Mi vida esta en tus manos Señor.

como buen soldado.

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Satanás, el adversario y archí enemigo de nuestras almas, se las arregla de una u otra manera para estorbar nuestro fluido servicio a Dios. Pablo expresaba este tema de la siguiente manera:
“.. por lo cual quisimos ir a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra vez; pero Satanás nos estorbó” 1 Tesalonicenses 2:18

“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes... Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno” Efesios 6: 10-17
El diablo es un estorbo para nuestro servicio a Dios y nosotros estamos constantemente lidiando con sus huestes de maldad. La vida del creyente es de lucha, de batalla, de caer herido, de levantarse y seguir batallando. El apóstol Pablo instruye a Timoteo en este lenguaje:

“Pelea la buena batalla de la fe” 1 Timoteo 6: 12

“Tú, pues, sufre penalidades de Jesucristo Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” 2 Timoteo 2: 3-4
El diablo es el padre de mentira, el engañador y tentador. Su actividad es manifestada en una constante búsqueda de desviarnos del blanco, de desmotivarnos y de acusarnos.
Cada vez que alguien quiera arrebatarnos el gozo, o que nos acuse de tal o cual actitud poco cristiana o nos pretenda desviar de la sola atención a Cristo, inmediatamente debemos discernir que todo es parte de una estrategia del enemigo. El mismo Señor Jesucristo vivió aquello directamente del diablo y también con uno de los suyos, recordemos el monte de la tentación o el tristemente célebre consejo de Pedro ( Mateo 4: 1-11 / 16: 21-28 )

Pero sin duda, la estrategia más eficaz del enemigo es hablarnos al oído y acusarnos. Cada vez que esto ocurre, frecuentemente nos olvidamos de que estamos en esta lucha, sucumbimos y abandonamos o descuidamos el servicio a Dios.
Satanás es el acusador de los hermanos por excelencia (Apocalipsis 12: 10) y ante tal estrategia, Dios nos presenta un excelente escudo:
“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica” Romanos 8: 33
Cada vez que el diablo te acuse, trae a tu mente y corazón esta bendita palabra y enarbola el pendón de Cristo y continúa la marcha. No prestes atención a palabras engañosas por muy ciertas que estas sean, porque el diablo las usa para detenerte y debilitarte. Es en ese momento cuando debes pensar solo en la cruz de Cristo y en la eficacia de su sangre.
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” 1 Juan 2: 1
Cuenta la historia de que una noche satanás se acercó a Martín Lutero y le enseñó una lista larga de todos sus pecados: la avaricia, el orgullo, la lujuria, y muchos más.
Pero Martín Lutero le dijo satanás . . .te quedaste corto. También debes apuntar este pecado y estos más,- y le fue dando a Satanás unos pecados más para agregar a la lista. Finalmente, le dijo: “ahora pon una cosa más al pie de tu lista: La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado . . .” (1 Juan 1:7)
Y Satanás huyó.

Las acusaciones de satanás son las armas más frecuentes que él utiliza para intentar derribarnos y para frenar nuestro servicio en la obra.
Amados, estamos en una lucha y no de fiesta como muchos anuncian, por lo tanto es necesario vestirse con toda la armadura de Dios y estar prestos en esta batalla, considerando:
“que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos;” 2 Corintios 4: 8-9